El agricultor español debe adoptar una mentalidad empresarial

Los agricultores no pueden seguir siendo espectadores pasivos de su progresiva pérdida de competitividad. Lo que necesita el campo son agricultores emprendedores. Es necesario dejar atrás la mentalidad de la agricultura tradicional y empezar a pensar como empresas.

Durante las últimas décadas, el campo viene lamentándose de la estabilización de los precios. Ante este problema, todo el mundo optó por la solución más fácil y se limitó a aumentar el volumen de la producción. Pero la tierra tiene unos límites, y ya no podemos pedirle más. En la progresiva reducción de los márgenes de beneficio han influido diferentes factores. Entre otros, la competencia de países en vías de desarrollo, cuyos productos tienen precios muy bajos, y la entrada en la Unión Europea de nuevos países. Estos segundos se han convertido en una competencia peligrosa para los agricultores españoles, quienes ven como se reducen las ayudas procedentes de Europa.

El papel de las instituciones públicas puede ser fundamental en la búsqueda de soluciones para el campo y es necesario insistir en la necesidad de que inviertan en la construcción de infraestructuras de regadío, en ayudas a la I+D, o incluso en la formación de los agricultores. Por su parte, los agricultores deben tomar ciertos riesgos y cambiar su mentalidad. Ya no es suficiente hacer lo que siempre se ha hecho. Hay que adoptar, por decirlo de algún modo, una mentalidad empresarial. Si los cultivos tradicionales nos han llevado a una situación de estancamiento, quizás debamos plantearnos nuevos tipos de cultivos, cultivos de calidad que tengan un mayor valor añadido. Esto exigirá al agricultor invertir en investigación y nuevas tecnologías. Los dos factores claves que permiten el desarrollo de nuevos productos más competitivos. Y como resultado, el productor podría hacer avances en la reducción de costes de producción y en la apertura a nuevos mercados.

En España hay algunos buenos ejemplos de regiones que han buscado alternativas a la agricultura tradicional, tal es el caso de Almería o Granada. Esperemos que el resto de regiones agrícolas y las instituciones públicas competentes tomen cartas en el asunto antes de que nos veamos inmersos en una crisis de mayores proporciones.

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